Origen del "Fin de Año"

Uno de los registros más antiguos proviene de Mesopotamia

Publicado el 22/12/2025

Origen del

El origen de la celebración del fin de año se remonta a las primeras grandes civilizaciones de la humanidad, estrechamente ligado a la observación de los ciclos astronómicos, el paso del tiempo y los ritmos de la naturaleza. Mucho antes de que existieran los calendarios modernos, las sociedades antiguas ya sentían la necesidad de marcar un cierre y un nuevo comienzo, especialmente relacionado con la agricultura y los movimientos del sol y las estrellas.

Uno de los registros más antiguos proviene de Mesopotamia, donde los babilonios, alrededor del 2000 a.C., celebraban el inicio del año con una festividad llamada Akitu. Esta ceremonia, que duraba varios días, coincidía con la llegada de la primavera y simbolizaba la renovación de la vida, la fertilidad de la tierra y el restablecimiento del orden cósmico. Durante Akitu, se realizaban rituales religiosos, actos públicos y compromisos de lealtad, reforzando tanto la fe como la cohesión social.

Por su parte, la civilización romana también desempeñó un papel clave en la forma en que hoy entendemos el fin y el comienzo del año. Los romanos dedicaban el mes de enero a Jano, el dios de las puertas, los comienzos y las transiciones, representado con dos rostros: uno mirando al pasado y otro al futuro. Esta simbología reflejaba perfectamente el espíritu del cierre de un ciclo y el inicio de otro, una idea que aún persiste en las reflexiones propias de fin de año.

Inicialmente, el calendario romano no comenzaba en enero, pero con el tiempo esta fecha se consolidó como el inicio del año civil. Finalmente, en 1582, el Calendario Gregoriano, impulsado por el papa Gregorio XIII, estableció de manera definitiva el 1.º de enero como el comienzo del año en gran parte del mundo occidental. Esta reforma buscó corregir desajustes astronómicos y sentó las bases del calendario que utilizamos en la actualidad.

Desde entonces, el fin de año se convirtió en un momento simbólico de balance, renovación y esperanza. Aunque las formas de celebrarlo varían según las culturas —con rituales, festejos, tradiciones y costumbres propias—, el sentido profundo permanece: marcar el paso del tiempo, despedir lo vivido y abrir la puerta a nuevas oportunidades.

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