Soy la Maestra golpeada
Una carta para reflexionar
Hola, soy yo “la maestra golpeada”; así me conocen por estos días. A los efectos legales está bien pues es necesario no dar nombres para preservar la identidad y garantizar la seguridad en casos de violencia como este que ha ocurrido, violencia a la que estamos todos y todas tan expuestos y nos vuelve vulnerables.
Lo que me motiva a escribir esta carta y a hacer pública mi opinión es para hacerles saber que detrás de la “maestra golpeada” hay una persona, una mamá, una hija, una hermana, una tía, en fin, una persona que sí tiene identidad y sentimientos. En este caso como en el de la mayoría de quienes somos docentes, elegimos nuestra profesión por vocación y lo último que esperamos es vivir una situación violenta con padres, padres a quienes apoyamos y acompañamos y muchas veces hacemos más de lo que nos compete. Somos maestros pero hacemos las veces de psicólogos o asistentes sociales, apoyándolos y acompañando cada día el crecimiento de sus hijos.
Hoy lamentablemente me toca transitar por días difíciles que se traducen en profunda tristeza, dolor, decepción e impotencia… Lo que sucedió es grave, la violencia no es la forma, naturalizar estos hechos no es la forma, minimizar lo sucedido tampoco es la forma.
Quiero que sepan que estos días han sido muy duros, el proceso es largo y desde el momento en que esa madre me golpeó y resolví denunciar el hecho, no he parado de encontrarme con situaciones que nunca pensé vivir. Fui indagada por la policía, fui al forense, estuve horas y horas en una comisaría declarando, sintiéndome por momentos la acusada y no la víctima. El sistema a veces es muy perverso y no se cuida de la forma esperada a quienes son vulnerados. No me sentí cuidada por quienes nos tienen que cuidar pero sí me he sentido y me siento sumamente apoyada por mis compañeros de la institución, amigos, familia y por el gremio, el cual hizo un gran trabajo desde el primer momento. Algunas autoridades estuvieron ahí, con palabras de aliento, otras no tanto.
Al escuchar el discurso del Ministro de Educación, sentí una falta de empatía que opaca nuestra lucha. El maestro que realiza paro, de acuerdo a sus palabras, es quien deja a los niños sin almuerzo hoy. ¿Y por qué realiza un paro? Entonces la situación vivida pasa a un segundo plano. Creo que el señor ministro ha perdido de vista la finalidad del rol docente, que es educar. Siempre puede haber otra opción para no dejar a nuestros niños sin comida. Quizá asignar otros espacios que no sean los centros educativos para entregarla, porque en definitiva si bien nosotros nos hacemos cargo de ellos a diario, no es la escuela ni nuestra función encargarse de eso. Creo que nuestra profesión hoy cumple múltiples roles y paulatinamente se ha ido desvalorizando.
Qué pena que el señor ministro pierda de vista y cuestione nuestros derechos ganados, como el de detener nuestras funciones para visibilizar situaciones de violencia como la vivida. Para los niños no será un día perdido si en vez de escuchar a un ministro o a un padre decir que los perjudicamos, los escucharan defendernos y les enseñaran que a los maestros, como a cualquier ser humano, se les respeta y jamás se les levanta la mano.
Para finalizar, también invito a aquellos colegas que han abandonado la lucha en el proceso de pelear por sus derechos, a que no bajen los brazos. Si bien la burocracia cansa y uno ya está cansado, la medida del paro es la manera de visibilizar estas situaciones a las que nos vemos expuestos. Y hasta que se entienda que el diálogo es la forma, que otro tipo de comportamiento no corresponde y que si este sucede no debe quedar impune, no detendremos nuestra lucha.